Se comió una manzana el 14 de abril
y le brotó en la panza un árbol.
Un árbol de una de las tantas semillas que había comido
y que habían vivido en la manzana desde que esta vino al
mundo.
Se asustó solo al principio,
cuando empezó a germinar la semilla;
cuando las raíces iniciaron su repetido ritual
de anclar los dientes,
esta vez en las paredes de su estómago
y no en el campo de su barrio.
Pero pronto empezó a sentir que esa manzana podía ser la
constitución de sí mismo.
Sin embargo, aún se sintió peor de nuevo cuando la sabia
empezó a colarse por sus venas,
sus arterias, por su coronaria izquierda.
Entonces, quiso desaparecerse de sí mismo
y dejar que la sabia hiciera lo debido con su cuerpo.
Cuando la sabia elaborada fue llegando al corazón,
lo vio latir de lejos,
ondulante,
presionando el mundo desde dentro,
y se encontró con un problema rapaz:
que su corazón ya era,
desde antes,
una manzana.
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